sábado, 21 de enero de 2017

La noche



Hace horas que la guardia se ha cambiado y ahora es la luna quien otea el horizonte desde lo alto. En aquel castillo de cristal que todo lo apaga. Me encuentro aquí, en la soledad de mi habitación. Puerta cerrada, luces apagadas. La tenue luz del astro azul las cortinas atraviesa e ilumina mi lugar. Un tono triste y tenebroso en mi corazón. Simplemente oscuro en mi cabeza.
Y aquí estoy, sin poder dormir. El recuerdo lejano de aquellos que se fueron se mantiene dentro de mí, atormentando mi alma dolorida. Tumbado en la cama de lado, contemplando el cuadro de mi amada cuyo rostro ahora palidece a la luz de la luna. Me pregunto que habrá sido de ella. ¿Estará en el cielo, al lado de aquel a quien ella llamaba Dios, o habrá desaparecido agónicamente su pensamiento?
Tiempo atrás coincidí con ella en nuestro destino, la muerte no era para nosotros más que una puerta más hacia la vida eterna. Pero ya no estoy tan seguro de ello. He visto tantas cosas a lo largo de este viaje que es la vida que me cuesta pensar en que todo sea obra de un solo ser, aparentemente perfecto. ¿Por qué morir entonces? Vi con mis propios ojos como la única persona que he amado me era arrebatada de entre los brazos. Sentí su último aliento contra mi oreja, como si se tratara de su alma escapando del cuerpo su prisión. De aquel cuerpo en el que tanto había sufrido. Pues un mes tardó en descansar por fin en paz. ¿Cuál es la razón que da la religión a semejante sufrimiento? Vi como sus delicados labios se tornaban más que pellejo enrojecido por la sangre, al igual que sus ojos pues no eran lágrimas lo que lloraba. Un mes tumbada en la misma cama en la que yo ahora me encuentro, luchando por sobrevivir, mientras vomitaba y tosía sangre a todas horas, hasta que finalmente se rindió. Yo acepté su rendición, pero no su muerte. Una persona tiene un límite de fuerzas y ella llegó hasta él y lo sobrepasó. Sin embargo aún sigo cuestionando el porqué. Aprieto los ojos con fuerza intentando recordar a la mujer que era y no en lo que se convirtió. Un cuerpo que intentaba salir de sí mismo.
Y de pronto oigo un murmullo lejano. Pero no viene de fuera sino de dentro de mi hogar. Pisadas, pisadas en la oscuridad de la noche se acercan a mi puerta. Abro los ojos sin haber conseguido recordarla y me aseguro de que la puerta está cerrada.
¿Qué es? Me pregunto. Entonces se detiene frente a la habitación, lo siento. Me doy la vuelta y me acurruco bajo las mantas.
“Es una imaginación, el miedo nada más.” Me digo a mí mismo en un vano intento por tranquilizarme. Por unos instantes parece ser cierto.
Y llama a la puerta. Unos ligeros golpes resuenan en la fría madera que me separa del tenebroso pasillo donde mis pesadillas se hacen posibles.
Aprieto los ojos con fuerza y descubro con sorpresa la faz de mi amada, tan bella como siempre. Pero una vez más los golpes llegan. Me olvido de ella, pues algo me acecha.
Me levanto de un salto, pues confirmada queda la presencia de un extraño.
-¿Quién es? ¿Qué quiere?-pregunto con voz temblorosa y un sudor frío que me recorre la frente.
Un suspiro. Esa es mi respuesta, un simple suspiro.
Con desesperación busco un arma con la que protegerme.
Vuelve a llamar a la puerta y yo desenvaino la vieja espada de mi padre. La aprieto entre mis dedos y aguardó atemorizado, intentando que su acero me otorgue el valor que tuvo. Recibida al mérito y el valor demostrados en la guerra del continente.
-¿Quién eres?-El silencio me envuelve una vez más y los golpes resuenan a lo largo de la casa.
Retrocedo y doy con el cristal. La ventana poca seguridad puede ofrecerme, tan solo una digna vista de mi posesión. Grandes tierras y sin embargo en un pequeño rincón me encierro todos los días, asustado del vacío que tengo. Tiempo atrás aquel lugar rebosaba color y felicidad, ahora todo está oscuro, por el día y la noche.
Y una vez más llama a la puerta.
Reúno valor, me armo de coraje y doy un paso al frente. Sea lo que sea, presentaré batalla.
-Adelante, la puerta está abierta, truhan. Entra y encuentra tu destino.- Balanceó la espada para darme seguridad.
El visitante no se hace esperar y el pomo comienza a girar. Se abre y lo veo. La veo, más bien. Aquí está, es ella. Finalmente ha venido a por mí tras tantos años evadiéndola.
Una figura oscura y aterradora se desliza hacia mí.
El acero, sin mano valiente que lo porte, cae al suelo fuertemente al igual que yo, de rodillas ante su majestad. Pues, horrorizado descubro que su rostro coincide con aquel que una vez adoré. Esta vez completamente blanco, muerto.
Ella se yergue ante mí, todopoderosa pues todo lo puede.
Extiende sus brazos y me coge de los hombros. Siento frío, el frío del final. El mismo que ella debió sentir cuando la vida la abandonaba.
Y como un perro dejo mi lugar. Sin saber si lo último que vi fue real o un producto de mi imaginación. Ahora me lleva con mi esposa, donde quiera que esté. A la luz o al olvido, me da igual, con tal de estar con quien amo. Cierro los ojos y me entrego a su merced, a ella, que todo lo puede.

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